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Por Germán Fernández Departamento de Derecho de Sucesiones de Agaz

Como tantas cosas que han cambiado con la crisis, también lo ha hecho el concepto de herencia. Si hasta ahora heredar era casi siempre una buena noticia, sinónimo de un aumento del patrimonio, cada vez son más las personas que renuncian al legado por temor a que éste esconda números rojos.

Según datos del Consejo General del Notariado, desde el inicio de la crisis se han duplicado los procesos de renuncia de herencias, aumentando un 110% desde 2007, y sólo en 2012 han crecido un 23%.

Argumenta el mencionado órgano notarial que dos son las razones básicas que explican estos datos:

–       La situación económica del heredero: El mayor porcentaje de renuncias tiene que ver con la presión fiscal, esto es, las dificultades económicas (deuda familiar) que tienen los herederos para hacer frente a los impuestos de la herencia.

–       La propia situación de la herencia: Son aquellos supuestos en los que el testamento trae más deudas que patrimonio, lo que entre notarios se conoce como “herencias envenenadas”.

Además, el estrato social no es un elemento diferenciador entre los renunciantes, pues pueden serlo de la misma forma herederos de personas con un amplio patrimonio que se endeudaron por inversiones fallidas, o trabajadores de clase media que perdieron el empleo y no pudieron pagar los préstamos.

En los casos en los que el beneficiario de una herencia tenga constancia de que el fallecido se encontraba en situación de insolvencia, lo procedente es renunciar a la herencia, o al menos aceptarla a beneficio de inventario, evitando el heredero responder de las deudas incluso con sus propios bienes personales.

Ante la más mínima duda acerca de cuáles son en realidad los bienes, y en especial, las deudas del fallecido, lo más conveniente es que se realice una investigación al respecto por parte de los herederos, incluso aunque finalmente no se acepte a beneficio de inventario.

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