Por Alberto Rodríguez Prieto Departamento de Derecho Administrativo de Agaz
Es habitual en el ámbito jurídico notar que los clientes se desaniman a la hora de formular recursos y reclamaciones frente a la administración.
En no pocas ocasiones tienen la impresión de ser unos pequeños David frente a un gigantesco Goliat que tiene medios –que pagamos todos- y paciencia –la Administración siempre perdura aunque por allí pasen funcionarios y políticos- para alargar eternamente cualquier procedimiento.
Desde mi punto de vista, la administración utiliza la estadística a su favor.
- ¿Cuántas personas a las que sanciona se animan a formular alegaciones en vez de acogerse a una reducción del x % por no hacerlas?.
- ¿Cuántos de esos administrados que formulan alegaciones como buenamente pueden conocen los plazos de resolución o cómo opera el silencio administrativo?
- En definitiva, ¿quiénes de ellos se atreven a dar el paso de iniciar un procedimiento judicial?
Estoy convencido de que la administración conoce la “psicología” del administrado y en no pocas ocasiones actúa como un verdadero rodillo sin estudiar alegaciones ni pretender resolver ningún recurso en la confianza de que el ciudadano dará su brazo a torcer.
Nuestra experiencia nos confirma que cuando una persona se encuentra bien asesorada en cualquier expediente administrativo logra respuestas positivas a sus solicitudes o reclamaciones; su expediente no termina en un cajón y se resuelve antes si hay alguien encima del asunto.
También debemos desterrar la idea de que los juzgados y tribunales dan la razón siempre a la administración y no son pocas las ocasiones en los que el administrado puede ver cómo prospera su recurso o al menos ver moderada la cuantía de una sanción gracias a un recurso bien formulado.
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